Alamí. La que se nos viene encima

Si alguien creía que el "capricho-imposición-cacicada" de urbanizar a toda costa los 350.000 m2 de la zona conocida como el Alamí, terminaría con la adjudicación de la pasada legislatura, y con una treintena de propietarios machacados y cabreados, está listo. Algunos, la mayoría creo yo, pensaron que "al que le pique que se rasque", que el que tenga terrenos pues qué suerte de tenerlos y que al fin y al cabo, lo que eran bancales de olivar y almendros dando la bienvenida al pueblo, ahora son un mar de farolas, metros de viales, aceras columpios y papeleras y que "bienvenido el progreso" entendido de esa forma tan cutre y tan especulativa.

Esa es la manera de pensar, por desgracia, de mucha gente. Pero claro. Ahora vendrá la segunda parte. Por un lado, los propietarios que en su día no decidieron vender a un precio sensiblemente inferior al de mercado, a una constructora con la posición de fuerza como adjudicataria y amiga íntima del Migue y su colegui, ahora van a seguir más jodidos todavía. Han tenido que empeñar lo que tenían y lo que no tenían para hacerse cargo de las cargas de urbanización. Pagan cien veces más contribución de lo que pagaban. Tendrán la obligación de mantener los solares de su propiedad en debidas condiciones, pero además, sólo a efectos puramente formales tendrán un solar. Porque lo que en verdad tienen es una ruina donde no se va a construir en los próximos años ni un ladrillo (salvo alguna vivienda unifamiliar aislada), y que lo único que les va a traer son gastos. Eso sí, con una diferencia, ahora eso no se lo pueden vender a nadie, porque si algo sobra, e Ibi no es una excepción, son viviendas.

Ese es el calvario que les viene a los propietarios. Pero, ¿y al pueblo de ibi? ¿Acaso alguien cree que todo esto es gratis? Veamos. La foto que ilustra el encabezamiento de esta entrada, es sólo un fragmento de las "magníficas calidades" empleadas en la obra, del lujo de materiales, del buen hacer de esta empresa a la que se le adjudicó la urbanización a pesar de ser la MÁS CARA DE TODAS LAS PROPUESTAS. Lo de cara, será por la cara dura, como el cemento que han usado en la obra. Tenemos a la entrada del pueblo la selva del Matto Grosso, con matojos (como diría Daniel Mota) de la altura de dinosaurios, con más de quinientas farolas que, en cuanto el ayuntamiento recepcione la urbanización, pagarán luz que asumiremos todos los contribuyentes ibenses. Con un mobiliario urbano que ya está siendo objeto de vandalismo (una zona completamente despoblada se presta aún más a ello) cuando no de sustracción. En definitiva, que maldita la falta que le hacía a Ibi urbanizar una zona que lo único que va a suponer son gastos e impuestos tirados a la basura.

Porque claro, 350.000 m2 urbanizados ( a costa de los propietarios), cuestan literalmente un potosí de mantener, especialmente si en esa zona no se genera ni un sólo euro en licencias de obras como cualquiera puede prever. Lo que no han previsto, ni cuantificado es la cantidad de euros que vamos a pagar en luz, limpieza y mantenimiento de esa zona. Lo que hubo detrás de esa adjudicación contra viento y marea quizás nunca lo sabremos. Pero desde luego, nos lo imaginamos.