Ibi, pueblo de contrastes...

Ayer no se hablaba de otra cosa más que del amago de corte de mangas -virtual- del concejal del CDL a la primera edil y de qué pasaría después. En un pueblo normal, si un concejal con delegación de gobierno, durante un pleno, en presencia de público y medios de comunicación y con un acta de por medio, pide la dimisión de la alcaldesa y le suelta "deje de hacer daño al pueblo de Ibi", no solamente habría consecuencias, sino que esas consecuencias serían inmediatas y fulminantes. De un lado o de otro.

En Ibi no. Evidentemente, una dice algo así como que "aquí no ha pasado nada", y el otro dice que "por respeto al pueblo de Ibi, en pasar fiestas ya hablaremos". El problema es que el principal signo de respeto al pueblo de Ibi sería tener unos gobernantes normales, con un comportamiento normal y sin escándalos. Tampoco el pueblo de Ibi es tan exigente. Evidentemente los hechos y los comportamientos de unos y otra, demuestran que mejor no serlo, para no vivir en un estado permanente de desmoralización. Pues eso, que en pasar fiestas ya veremos. La porra de mi entorno apuesta que veremos que no pasa nada, para que todo siga igual. Y así, entrar en la última senda del despropósito y la tomadura de pelo. Pero uno, que es hombre de fe, no deja de pensar que aún queda hueco para algo de dignidad, por lo menos algo, aunque sea tarde. Ya veremos.

Lo anterior contrasta con el afanoso quehacer de las gentes de Ibi. Estos días de principios de septiembre, muchos empresarios llevan ya semanas preparando sus muestrarios y viajando por las ferias de medio mundo, privándose de disfrutar de unas fiestas que les gustan tanto como al que más. Desviviéndose por vender, por cobrar, por cómo seguir pagando cada mes las decenas de nóminas, seguros sociales y gastos que conlleva mantener una empresa. Muchos trabajadores siguen afanándose en hacer las cosas lo mejor posible, lo que ha sido santo y seña de nuestro pueblo. Otros siguen peleando por formarse y seguir entregando curriculum y recuperar ese trabajo que ya hace meses que perdieron y que, algunos destellos de esperanza en varias industrias de nuestra querida y emprendedora villa, pueden hacerles recuperar a corto o medio plazo.

Por otra parte, en el mundo de la fiesta, me sigo quitando el sombrero al ver a la abanderada de mi comparsa, los Maseros, Nora Silvia, y a toda su familia y amigos, arremangándose estos días preparando con toda la ilusión del mundo su boato, su carroza. Siendo la primera en poner una mano de pintura o en remendar esta o aquella esquina de la plataforma o del boato. Sacando horas de donde no las hay y cruzando los dedos para que el día de la entrada el tiempo acompañe. Es lo que están haciendo todas las abanderadas y capitanes. Cientos de familiares y amigos que llevan semanas o meses en esos trajines y quehaceres de la trastienda de la fiesta, para que en la arrancá de la entrá del próximo viernes, los colores, las telas, los metales, la música y la ilusión conjunta de un pueblo hecha fiesta, ponga en la calle un poco de esperanza y de alegría, que eso es la fiesta en definitiva. Y las directivas de las comparsas y de la comisión de fiestas quitándose horas de sus familias y hasta de su trabajo para que todo este a punto. O de las camareras de la Virgen que llevan muchas semanas trabajando y todos estos días sin horario para que el altar de nuestra patrona esté impecable y atender cada día a los cientos de persona que llenan la novena, muchas de ellas, venidas desde fuera para cumplir con esta tradición, ese sentimiento que les hace revivir cada año momentos íntimos y personales de cada uno. Ese es el Ibi del que estoy enamorado y que contrasta con la mediocridad infinita de la que hablaba al principio. Ese es el Ibi que cada día nos debe de empujar a levantarnos y a trabajar por mejorar nuestro pequeño entorno y seguir haciendo de él un rincón donde vivir y trabajar con dignidad. Pues eso, que después de fiestas seguiremos luchando. Ahora demos paso a la fiesta