Pasta para aburrir...

Ayer se presentaba el libro sobre el yerno del rey Juan Carlos, Iñaki Urdangarín, otrora reconocido jugador de balomnano del F.C. Barcelona y medalla de bronce con la selección española en los juegos olímpicos de Atlanta. Lamentablemente, si su apellido ha ocupado ríos de tinta no ha sido por ninguna de las anteriores ocupaciones, sino por haberse pasado de listo, según se va viendo. Los casi dos metros del vasco y una planta de deportista fortachón y el aspecto de tío sano que durante muchos años le adjudicaban el calificativo tan cursi como chorra de "yerno ideal", así como si las suegras o los suegros no tuvieren otra cosa que hacer en la vida que "suspirar" por un yerno, han quedado completamente difuminados. Ya dijo alguien eso de que ojo, que el príncipe azul destiñe.

En el libro de los autores Eduardo Inda y Esteban Urreiztieta, se relatan las andanzas de este elemento que, al parecer, no solamente quedó prendado de la infanta Cristina, sino además también del estilo de vida de palacio y el presupuesto se le quedaba corto. Para comprarse un palacete de 5 millones de euros en el selecto barrio barcelonés de Pedralbes hay que ganar mucha, pero que mucha pasta. Urdangarín no tenía ni dirigía empresas con facturaciones millonarias pero, como se está viendo, buscó otras vías, que al fin y al cabo, siendo este el país de Rinconete y Cortadillo, si políticos de medio pelo trincan, siendo yerno del Rey oportunidades no faltarán, debió pensar.

Eran los años gloriosos de la burbuja inmobiliaria. Cualquier presidente autonómico se creía algo así como otro reyezuelo y habían creado -aún se mantienen- toda una cohorte alrededor de cargos, carguillos y carguetes, pelotilleros varios, lamealfombras, chóferes, jefes de gabinete y hasta maquilladores y peluqueros si me apuras que se encargaban toda mañana de recordarle al presidente autonómico de turno lo guay que era y lo que estaba prosperando la Comunidad de turno gracias a su sabiduría. Francisco Camps Ortiz fue, sin duda, el máximo exponente de esa hornada de políticos tan mediocres como embebidos de un aura mística y de esa sensación de haber sidos designados -no sabemos por quién- para una misión histórica: en nuestro caso, ARRUINAR LA COMUNIDAD VALENCIANA. Urdangarín y sus coleguis vieron en este presidente y esta comunidad el caldo de cultivo perfecto para venderle la moto de NOOs, los juegos del mediterráneo, la posibilidad de organizar conferencias a cientos de miles de euros el kilo y, si me apuras, la capitalidad interplanetaria.

La frase que uno de los colaboradores de Urdangarín hacía al respecto era muy gráfica "La comunidad va como un tiro, tienen pasta para aburrir y Camps es fácilmente entrable". No sé por dónde querían entrarle, pero llegaron, se llevaron la pasta y se fueron, eso sí es cierto. El problema es que la pasta no era de Camps, era vuestra y mía. Y ahora no hay para pagar ni medicinas, ni ayudas a grandes dependientes, ni residencias, ni por supuesto, los cientos de millones que deben a todos los Ayuntamientos. Núñez Feijoo, que acaba de revalidar su mayoría absoluta en Galicia, fue de los poquísimos dentro del PP, que antes de que se juzgase a Camps ya le afeó su conducta y veladamente le exigía ejemplaridad, marchándose. Núñez Feijoo ha presentado las cuentas más o menos saneadas, para como está el patio, no ha acudido al fondo de rescate, tiene unos índices de paro sensiblemente inferiores al resto de España y no tiene once imputados o acusados entre los miembros de su parlamento. Las cosas no pasan por que sí. Quizás a toda la cohorte de pelotilleros de Camps que aún campan por sus anchas les convendría no olvidarlo. Esto no es Galicia, ni de lejos. Aquí algunos han ido como un tiro, y efectivamente, nos han aburrido gastándose nuestra pasta.