
En los últimos días, en el entorno donde uno se mueve habitualmente, están haciéndome cada vez con más frecuencia la pregunta ¿cuánto falta? Podríamos pensar que es, para que lleguen las fiestas, o para que termine la crisis. Pero curiosamente lo que muchos preguntan es cuanto falta para que lleguen las elecciones municipales.
En contra de lo que luego se piensa en voz alta, cuando llegan las elecciones municipales (al menos en Ibi), la gente acude a votar masivamente. Una participación superior al 80% como viene dándose en Ibi en los comicios municipales no es cosa habitual en otros lares. Así que, aunque la gente refunfuñe, se queje (con razón) y reniegue de sus políticos, al final acude a ejercer ese derecho.
Ese día los ciudadanos tienen más poder que nunca, tienen el poder de decidir.
Como a tantas otras cosas, uno ya se acostumbra a oir determinado tipo de comentarios y, la experiencia, me hace también tener los pies más pegados que nunca en el suelo.
No siempre la gente es sincera con lo que piensa en voz alta sobre los políticos, especialmente si tiene uno delante. Pero estando a veinte de julio y siendo previsiblemente las elecciones el 27 de mayo de 2011, son diez meses lo que falta para que los vecinos y vecinas de Ibi puedan ejercer el derecho a elegir democráticamente a sus representantes en el consistorio.
Cuando la señora alcaldesa en su discurso de investidura, rodeada por un elenco de doce concejales de su propio partido, trece contándose ella misma, anunció que sería una legislatura "tranquila", estoy seguro que ni podía imaginarse las cosas que ella misma, con su manera de gobernar (nada tranquila) estaba a punto de provocar. Algún miembro de la Ejecutiva local del pp, ya me vaticinó lo que sucedería. "Lo peor que ha podido pasarle a nuestro partido, es obtener una mayoría absoluta como la que ha obtenido esta candidata y si no, al tiempo", me afirmaba rotundo, una semana antes de producirse la investidura. Un servidor no sabía si lo decía por estar delante de un portavoz de la oposición que había padecido una severa derrota y por quedar bien, o porque verdaderamente lo sentía. Echando la vista atrás, uno tiene la tentación de volver a preguntarle a esta misma persona cual es su pronóstico.
Lo cierto es que, cuando uno escucha poner a parir literalmente a la actual alcaldesa y a la mayoría de su equipo de gobierno en diversos círculos, tiene la precaución de poner esos comentarios en solfa.
Nos guste más o menos, debemos asumir que la mayoría de nuestro entorno (salvando probablemente el más íntimo e incondicional a nivel familiar y de amistad), ha votado a esta alcaldesa. Es lo que yo suelo decirle a mucha gente. A mí no me ha decepcionado lo más mínimo. Lo sorprendente es que, en el caso de la convulsa legislatura que estamos viviendo en nuestro municipio, los comentarios comenzaron a producirse escasos meses después de que muchos de esos indignados ciudadanos hubieran dado su apoyo a la candidatura que actualmente nos gobierna.
Evidentemente, quienes no votamos a nuestros actuales gobernantes, podemos estar más o menos cabreados con la manera de gestionar un pueblo y con el panorama (desolador), que nos podemos encontrar dentro de diez meses en el consistorio municipal. Pero en teoría, salvo los acérrimos e incondicionales,
quienes más decepcionados pueden estar son los que dieron su apoyo a los actuales gobernantes para que hayan hecho y ejecutado a lo largo de la presente legislatura, todo cuanto están haciendo. Que eso pueda plasmarse en un vuelco electoral es algo en lo que, me permitirán el excepticismo a estas alturas, todavía esta por ver. Un servidor, al menos, desde la humildad del grupo y el partido al que tengo el honor que representar, trabajará junto con un entusiasta grupo de personas para que así sea. Pero que nadie se confunda, queda mucho partido por jugar y la responsabilidad no es solamente de quienes estamos en primera línea, sino de todos esos que se quejan y lamentan de lo mal que lo están haciendo a quienes ellos mismos votaron. Lo dicho, quedan diez meses.