La conocida revista de humor, el Jueves, tiene una sección fija en su semanario, bastante más expresiva y que yo creo que resume con más fidelidad al sujeto o sujeta en cuestión y que se titula "El gilipollas de la semana" para hablar del comportamiento de determinados elementos que rozan efectivamente la tontuna más supina.
Hace un par de domingos disfrutaba de un rato de lectura frente al mar. Reconozco que mi hora favorita es entre las cuatro y las siete de la tarde. Unos prefieren siesta. Yo soy más de pillarme la hamaca y ponerme justo delante del mar con un libro. Si hace mucho calor, chapuzón, te secas un poco y a seguir leyendo. A ratos te estiras un poco y por el rabillo del ojo vas mirando pasar a la gente, que también entretiene. Básicamente relax mental. Hay pocos sonidos más estimulantes que el murmullo del mar y pocas compañías que te hagan disfrutar tanto como un libro que te enganche.
En esas, un vigilante de la Cruz Roja, llama la atención a un bañista de algo más de treinta años. Un tipo fornido. Aclaremos que ese día había bandera roja. El cenutrio en cuestión no estaba en la orilla, como sí lo hacían algunos niños bajo la atenta vigilancia de sus padres. Ni tampoco había hecho el típico amago donde rompe la primera ola, más o menos unos tres metros adentro. Se había metido más de treinta o cuarenta metros. El vigilante educadamente le recuerda que ESTÁ EXPRESAMENTE PROHIBIDO EL BAÑO CON BANDERA ROJA, y que además es una infracción que lleva aparejada sanción. No escuché la contestación del elemento subversivo, pero muy a regañadientes salió del agua. Poco rato después, el mismo vigilante de Cruz Roja, vuelve a pasar y ahora una vez más el tontaco del mes, vuelve a estar dentro del agua, esta vez retozando con una amiga que no llegaría a los treinta, pero a la que se le supone también como adulta, igual que al elemento en cuestión, capacidad de comprensión elemental.
En esta segunda ocasión, el chulito-piscinas se pone gallito con el de la Cruz Roja y vuelve a pasar de él directamente; la chica sí sale poco a poco. Diez minutos después, el vigilante le echa un par y viene acompañado de dos miembros uniformados de la policía municipal. Le lee la cartilla al macarra-playero y le recalca que la primera vez se lo había advertido. Que hay niños que hacen más caso que él y que bastante tiene con vigilar a los menores de edad. La policía se lo lleva para notificarle la multa, identificarlo y las treinta personas que estábamos presenciando la escena nos quedamos con la cara del tontaina.
En fin, lo dicho, gipollas es a veces una palabra que describe perfectamente conductas y personajes.
Os dejo este legendario video de cruz y raya, en homenaje a la paciencia de muchos socorristas que tienen que hacer advertencias ingratas a gente poco comprensiva con el trabajo de los demás y con su propia seguridadHace un par de domingos disfrutaba de un rato de lectura frente al mar. Reconozco que mi hora favorita es entre las cuatro y las siete de la tarde. Unos prefieren siesta. Yo soy más de pillarme la hamaca y ponerme justo delante del mar con un libro. Si hace mucho calor, chapuzón, te secas un poco y a seguir leyendo. A ratos te estiras un poco y por el rabillo del ojo vas mirando pasar a la gente, que también entretiene. Básicamente relax mental. Hay pocos sonidos más estimulantes que el murmullo del mar y pocas compañías que te hagan disfrutar tanto como un libro que te enganche.
En esas, un vigilante de la Cruz Roja, llama la atención a un bañista de algo más de treinta años. Un tipo fornido. Aclaremos que ese día había bandera roja. El cenutrio en cuestión no estaba en la orilla, como sí lo hacían algunos niños bajo la atenta vigilancia de sus padres. Ni tampoco había hecho el típico amago donde rompe la primera ola, más o menos unos tres metros adentro. Se había metido más de treinta o cuarenta metros. El vigilante educadamente le recuerda que ESTÁ EXPRESAMENTE PROHIBIDO EL BAÑO CON BANDERA ROJA, y que además es una infracción que lleva aparejada sanción. No escuché la contestación del elemento subversivo, pero muy a regañadientes salió del agua. Poco rato después, el mismo vigilante de Cruz Roja, vuelve a pasar y ahora una vez más el tontaco del mes, vuelve a estar dentro del agua, esta vez retozando con una amiga que no llegaría a los treinta, pero a la que se le supone también como adulta, igual que al elemento en cuestión, capacidad de comprensión elemental.
En esta segunda ocasión, el chulito-piscinas se pone gallito con el de la Cruz Roja y vuelve a pasar de él directamente; la chica sí sale poco a poco. Diez minutos después, el vigilante le echa un par y viene acompañado de dos miembros uniformados de la policía municipal. Le lee la cartilla al macarra-playero y le recalca que la primera vez se lo había advertido. Que hay niños que hacen más caso que él y que bastante tiene con vigilar a los menores de edad. La policía se lo lleva para notificarle la multa, identificarlo y las treinta personas que estábamos presenciando la escena nos quedamos con la cara del tontaina.
En fin, lo dicho, gipollas es a veces una palabra que describe perfectamente conductas y personajes.