Con la actual plataforma digital de canales en televisión, zappear con el mando a distancia hasta encontrar algo digerible es una práctica cada vez más común. Si eso lo haces de madrugada, cuando cuesta conciliar el sueño, nos encontramos con una fauna de lo más variada. La abundancia de mercachifles, fantasmas, cuentistas, engañabobos, truhanes y predicadores de falsas promesas es abundante. Lo que me extraña es que haya gente que esté al otro lado. Es decir. Gente que se trague un sólo minuto de lo que intentan vender, que marque el teléfono que se destaca en pantalla, que espere los minutos que hacen esperar hasta que un buen puñado de euros se han cargado en su cuenta, y que se crea que van a obtener algún premio. Si pincháis AQUÍ, podréis acceder a la noticia publicada en la edición digital de EL PAÍS, del pasado lunes 28 de febrero.
Pues así y todo, eso sucede. Si entramos en el capítulo de las teletiendas varias, donde te venden esa magnífica escobilla pintatodo, por la que siempre te regalan (siempre están en oferta) además si llamas entre los 899.000 primeros, tres juegos de escobillas más, ya nos sumimos en un submundo de artículos impensables para arreglarnos la vida. Desde aparatos que hacen las abdominales por nosotros, hasta pulseras que nos permitirán ir más allá en nuestra flexibilidad y concentración. Y así y todo, he aquí lo sorprendente, hay cientos de miles de incautos, la mayoría de ellos gente adulta que luego seguramente regatearán el precio de un kilo de tomates, o que pondrán a parir al de la tienda de ropa, al que le ven cara y ojos, porque un ojal de de la camisa está un poco descosido. ¿Dónde están los organismos reguladores de la publicidad engañosa? ¿Hacia dónde están mirando los encargados de controlar lo que se emite por la caja tonta?
En Ibi, cada campaña navideña, las empresas jugueteras tienen que hacer auténtico encaje de bolillos a la hora de anunciar un ¡¡¡juguete!!! Ojo que si el avión sale volando, tiene que verse la mano que lo sujeta para que el niño no se crea que el avión vuela solo. Ojo que si la que sale anunciando el delantal es una niña en lugar de un niño, no venga la asociación defensora de no sé qué, diciendo que esa empresa está fomentando el sexismo discriminatorio. Ojo que si el click o muñequito en cuestión hace un movimiento extraño, no venga alguien diciendo que ese juguete fomenta el bestialismo o cualquier otra barbaridad. Mientras tanto, en horarios diurnos y nocturnos, que tanto da, estamos ahítos de ver a frikis y marujeos varios de todo sexo, índole y condición, insultándose y gritándose a grito pelado, o tratando de vendernos objetos que no sirven para nada, o, lo que es peor, fomentando la adicción a los juegos de azar. Esto es España.
Pues así y todo, eso sucede. Si entramos en el capítulo de las teletiendas varias, donde te venden esa magnífica escobilla pintatodo, por la que siempre te regalan (siempre están en oferta) además si llamas entre los 899.000 primeros, tres juegos de escobillas más, ya nos sumimos en un submundo de artículos impensables para arreglarnos la vida. Desde aparatos que hacen las abdominales por nosotros, hasta pulseras que nos permitirán ir más allá en nuestra flexibilidad y concentración. Y así y todo, he aquí lo sorprendente, hay cientos de miles de incautos, la mayoría de ellos gente adulta que luego seguramente regatearán el precio de un kilo de tomates, o que pondrán a parir al de la tienda de ropa, al que le ven cara y ojos, porque un ojal de de la camisa está un poco descosido. ¿Dónde están los organismos reguladores de la publicidad engañosa? ¿Hacia dónde están mirando los encargados de controlar lo que se emite por la caja tonta?
En Ibi, cada campaña navideña, las empresas jugueteras tienen que hacer auténtico encaje de bolillos a la hora de anunciar un ¡¡¡juguete!!! Ojo que si el avión sale volando, tiene que verse la mano que lo sujeta para que el niño no se crea que el avión vuela solo. Ojo que si la que sale anunciando el delantal es una niña en lugar de un niño, no venga la asociación defensora de no sé qué, diciendo que esa empresa está fomentando el sexismo discriminatorio. Ojo que si el click o muñequito en cuestión hace un movimiento extraño, no venga alguien diciendo que ese juguete fomenta el bestialismo o cualquier otra barbaridad. Mientras tanto, en horarios diurnos y nocturnos, que tanto da, estamos ahítos de ver a frikis y marujeos varios de todo sexo, índole y condición, insultándose y gritándose a grito pelado, o tratando de vendernos objetos que no sirven para nada, o, lo que es peor, fomentando la adicción a los juegos de azar. Esto es España.
